La presencia del fenómeno de El Niño durante la última primavera en el país generaró un aumento de las precipitaciones y de las temperaturas, lo que en la práctica significó un aumento en el riesgo de que ciertos frutales como los arándanos pudiera sufrir enfermedades fungosas como la Botrytis.
De hecho, esta enfermedad se ha transformado en uno de los principales problemas fitopatológicos para los productores chilenos de arándanos, lo que ha provocado importantes daños en la fruta en poscosecha durante las últimas temporadas. Por ejemplo, en los arribos de fruta a los mercados extranjeros, como Estados Unidos y Europa, ha sido común ver una alta incidencia de este hongo, lo que ha llevado a los productores a tener que descartarla de forma inmediata.
Entre los principales factores que favorecen el desarrollo de las pudriciones provocadas por este hongo, se encuentran las características de la especie y las condiciones climáticas imperantes en los periodos en que la fruta se encuentre más susceptible (las infecciones se favorecen en condiciones de alta humedad relativa y temperaturas cercanas a los 20° C).
En el caso particular del arándano, otro factor que incide en su propagación es el estado de desarrollo en el cual se encuentra la planta.
De acuerdo a los especialistas, en Chile el arándano es particularmente sensible al ataque de Botrytis durante la floración y, luego, cuando pasa de fruto pintón a cosecha. El problema es que si bien posee compuestos antifúngicos naturales que inhiben el desarrollo de esta enfermedad durante su desarrollo, éstos comienzan a disminuir su concentración conforme la fruta madura. Lo cierto es que las infecciones que ocurren durante la floración quedan latentes al interior del fruto, y se expresarán cuando los compuestos antifúngicos disminuyan su concentración.
Otra característica que hace difícil de controlar este hongo, es que las poblaciones son dinámicas y presentan una alta variabilidad genética, por lo que rápidamente se adaptan a las condiciones a las que se ven enfrentadas.
“Según sea el estado de desarrollo del arándano y las condiciones de cada predio, predomina una población de Botrytis diferente, la que tendrá una agresividad distinta como también una sensibilidad diferente a los fungicidas utilizados”, explica Marcela Esterio, fitopatóloga del Departamento de Sanidad Vegetal de la Universidad de Chile.
Es por esta gran diferencia entre las poblaciones que los especialistas afirman que no es recomendable aplicar un mismo programa botrycida para una región, zona o, incluso, predios de la misma localidad, ya que existe la posibilidad de que el hongo pierda la sensibilidad ante este programa y genere graves daños fitosanitarios.
Como ya se ha indicado, la Botrytis es una población que presenta alta variabilidad genética y, por ello, es dinámica, cambiante y se adapta a las condiciones de manejo a las que es sometida. Hasta el momento la especie que más predomina en arándanos es la Botrytis cinerea, la más conocida. Sin embargo, también se da otra como las Botrytis foliares o Botrytis pseudocinerea, aunque en menor medida. A su vez, ambas especies presentan subpoblaciones distintas, las cuales se determinan por la presencia o ausencia de ciertos fragmentos en el genoma del hongo o transposones.
Las distintas combinaciones, presencia o ausencia de uno o ambos transposones, determinan el genotipo: Transposa, Boty, Flipper y Vacumma, siendo este último el de mayor presencia en la gran mayoría de los predios productores de arándanos en Chile.
La resistencia a los fungicidas
La resistencia a los fungicidas ha sido una de las respuestas que los microorganismos han generado para prevalecer en la naturaleza. Se trata de una modificación genética que desarrolla el patógeno y, por lo tanto, es una condición heredable que le otorga un menor nivel de sensibilidad al fungicida. La menor sensibilidad es producto generalmente de una o varias mutaciones y va a ser más o menos estable dependiendo de dónde se produzca.
“Por ejemplo, si la mutación ocurre en una zona conservada del genoma del hongo, la resistencia al fungicida será mucho más estable y, por lo tanto, más difícil de eliminar”, agrega Esterio.
Los principales factores que condicionan el desarrollo de resistencia a un determinado fungicida son principalmente su uso reiterado, aplicaciones de dosis inadecuadas –tanto bajas como altas dosis— y la utilización de moléculas fungicidas que tienen un modo de acción similar.
La resistencia a los fungicidas o pérdida de sensibilidad es el principal problema que se genera con los manejos inadecuados de Botrytis en los predios, ya que al no conocer la población que está presente, tampoco se sabe qué fungicida será el más efectivo.
“Por lo general, cuando no se sabe esto, los productores aplican el programa que les ha recomendado el técnico de la empresa distribuidora de agroquímicos de la zona o de la empresa exportadora. Sin embargo, si se sigue desconociendo cuál o cuáles son los fungicidas más efectivos para esa población el resultado será una incógnita: puede que acierten, que continúen o incluso incrementen la pérdida de sensibilidad a uno, dos, tres y hasta cuatro o más de los fungicidas del programa. Cuando se llega a esta situación el problema se les escapa de las manos”, agrega Julia Pinto, Gerente Técnico del Comité de Arándanos.
Los fungicidas
En la actualidad, los huertos de arándanos en Chile se tratan con una paleta determinada de fungicidas considerados fuertes por los especialistas, los que aparecen como la base de los programas de control fitosanitario. Esta paleta de disponibilidad se encuentra compuesta por un primer grupo llamado hydroxyanilidas, dentro del cual se encuentra el fenhexamid y el fenpyrazamine; un segundo grupo donde se encuentra la mezcla de cyprodinil y fludioxinil, más conocida como Switch; y el tercer grupo denominado las carboxamidas, dentro de las cuales se encuentra el compuesto activo boscalid.
En el mercado existen otros fungicidas distintos a los tres nombrados anteriormente, que si bien poseen menor efecto en condiciones naturales cuando no hay resistencia, tienen alto potencial para controlar los aislados que sí son resistentes a ciertas moléculas fuertes, y presentan un menor efecto residual y una menor contaminación del medio ambiente. Entre ellos destacan las dicarboximidas, con el compuesto activo de iprodione.
El monitoreo
De acuerdo a la especialista, existen dos preguntas claves para diseñar una estrategia de control eficaz para la Botrytis: ¿Cómo está compuesta la población del hongo? y ¿cómo se comporta la población en respuesta a las aplicaciones de los fungicidas más efectivos (moléculas base del programa)? La respuesta a ambas interrogantes es: el monitorio de las poblaciones.
La idea es monitorear y estudiar las características de la población, respecto de la sensibilidad a las moléculas fungicidas, especialmente aquellas que hayan formado parte de los programas del predio en temporadas anteriores y de los programas utilizados a nivel local.
“También es importante conocer las características genéticas de esa población. Por ejemplo, saber qué especie de Botrytis y qué genotipos del hongo predominan en esa población. Recién ahí se puede comenzar a desarrollar un nuevo programa fitosanitario”, explica Esterio.
Gracias a la gran variabilidad genética y a la facilidad con la que la Botrytis responde a las condiciones agroecológicas, es que los especialistas llaman a monitorear las poblaciones mediante muestreos en los dos periodos más críticos para el arándano: la floración y la precosecha temprana.
Para ello se recomienda llevar a cabo la colección de la siguiente forma:
Primero, se marcan al menos 6 a 7 sectores del cuartel —cada sector está compuesto por 20 a 30 plantas— y se realiza la recolección de flores o frutos según el período. Se deben colectar entre 300 a 500 flores en floración y 18 a 20 frutos que evidencien síntomas de ataque de Botrytis, en cada sector.
Las muestras pueden ser enviadas a laboratorios certificados como el de Fitopatología Frutal y Molecular de la Universidad de Chile, donde serán analizadas.
La metodología en el laboratorio permitirá evaluar la respuesta de la población de hongos, a las moléculas botrycidas, especialmente a aquellos productos aplicados en las temporadas anteriores.
“Además, es importante que a la segunda o tercera temporadas de producción se monitoreen los posibles cambios en sensibilidad de las poblaciones del hongo a nivel local”, indica Esterio.
Cabe destacar que aún cuando la sensibilidad en el predio se haya perdido, ésta puede ser recuperada.
“Ésta es parte de la idea principal, es decir, recuperar la sensibilidad a ciertas moléculas fungicidas que se hayan perdido en los predios, mediante la alternancia de los manejos químicos, ya que las moléculas fungicidas son limitadas y mediante un uso óptimo de ellas tenemos que protegerlas”, agrega Esterio.